Introito
EL RELATO SIN NOMBRE
Este relato no tiene nombre. Y no lo tiene porque es pura
invención de su autor, quien por seguir el consejo de aquel conocido periodista
que recomendaba en sus magníficos artículos “escribe que algo queda”, un
día se decidió a “dejarle algo” a sus familiares y amigos para que se
divirtieran buscándole la similitud con hechos pasados, nunca futuros, ya
olvidados por la dinámica de lo cotidiano y por querer simplemente olvidarlos,
para no terminar quebrantados de estrés contemporáneo.
He escrito mucho durante toda mi vida, cartas comerciales,
informes técnicos, memoranda y todo otro tipo de comunicaciones relacionadas
con los negocios, pero nunca nada de este estilo. Solicito mis disculpas a los
que, si alguna vez llegan a leer este primer ensayo, y que por considerarse a
sí mismos puristas de estilos periodísticos o de la literatura de ficción, no
les gusta. Eso no me importa mucho. Esto fue escrito para que gente común y
corriente como yo se entretenga en inventar lo que yo no pude hacer.
Primera Escala
El ya no ministro, periodista en otras épocas más
tranquilas, añoraba su terruño y se recuperaba del largo viaje que había
terminado en ese desagradable y frío lugar del mundo, último al cual él habría
ido si por su propia voluntad lo hubiera deseado alguna vez. No tenía nada que
agradecerle al embajador que lo ayudó a salir de su país después de acontecidos
los terribles acontecimientos que él nunca llegó a predecir, ni a imaginar,
cuando él era un reconocido político, aunque no participante de un poder al que
él mismo ayudó a liquidar en una funesta hora que ahora no quería recordar.
Nada le tenía que agradecer porque un favor se le hace a cualquiera y él le
había hecho muchos a los que se lo solicitaron cuando era factor de poder.
Qué había pasado? Por qué no supo prever a tiempo el
desenlace de los rápidos acontecimientos si él era, precisamente, quien se
suponía que mejor conocía de esos asuntos? En su mente se preguntaba
continuamente, quién o quiénes lo engañaron y lo mantuvieron aislado de los que
realmente eran los verdaderos peligros de su patria? No sería que él mismo
colaboró con sus declaraciones, sin desearlo, a veces en forma destemplada,
sobre las relaciones con los vecinos de su patria y sobre los ejércitos de
bandoleros que hacían lo que le daba la gana en el país de al lado y en su
propio país? Con todo el poder que él creía que tenía, con el acceso más
inmediato a las mejores fuentes de información, con sus influencias, con sus
mañas de periodista, no pudo prever lo que pasaría y se preguntaba por qué. El
calor de la chimenea le resultaba pegajoso porque él no estaba acostumbrado a
esas cosas, ni cuando viajaba a la madre patria rusa, pero él no se daba cuenta
que el sudor no era originado precisamente por esa fuente calorífica, sino que
le venía del interior, de alguna parte de su cuerpo que reaccionaba y que se
defendía del ataque silencioso del culillo que cuando llegaba ya no se quería
marchar. Pero, culillo había sentido muchas veces, sobre todo cuando se tenía que
montar en esos endiablados aparatos que lo llevaban de país en país para
promocionar al nuevo salvador de la patria, al nuevo Gandhi, al Bolívar
revivido otra vez. Pero era un culillo pasajero, un culillo que se le aliviaba
cuando en la primera clase de esos aparatos voladores le servían, y él bebía
con fruición, el champagne demisec que más le gustaba, y que en las líneas
aéreas se lo tenían reservado a él solo porque ellos sabían que al ministro esa
era la clase que le gustaba. Que buenos tiempos, Así sí valía la pena sentir
culillo. Culillo sintió también en muchas otras ocasiones, como cuando en otra
época le tocó tomar la gran decisión, con su voto, de exonerar de culpas al que
en ese entonces, para él, no era tan malvado y corrupto presidente. Culillo
volvió a sentir, pero esta vez de gusto, el culillo de quien no quiere creer
que lo que está pasando es verdad, cuando a ese no tan malvado y corrupto
presidente de los sesenta, en los noventa él ayudó a defenestrar con su
consistente prédica en los periódicos. No. Ahora era culillo verdadero. Porque
en la solicitud de su vejez, agotado por las tremendas preocupaciones y por un
organismo en creciente deterioro, ya no podía disfrutar del poder tan grande
que en evocada hora le había otorgado el nuevo Bolívar. Pero eso no era todo.
Es que no tenía ni en dónde caerse muerto, porque en la vorágine del poder se
le olvidó de guardar algo para el mañana. Cuál mañana? No había necesidad, ya
todo lo había logrado y lo último de lo cual se sentía con todo el derecho del
mundo, un retiro honorable en un país no tan frío como donde ahora estaba, casi
lo había logrado. Pero no. No pudo ser. 
Qué había pasado? La pregunta no lo abandonaba, no lo dejaba descansar.
Lo agitaba porque no tenía la respuesta. Dios mío: qué había pasado?
Segunda Escala
El poeta se decía que no saldría hasta que no estuviera
seguro de que arriba ya todo había pasado. El hambre no le preocupaba. Más lo
inquietaba no saber de la gorda y de los muchachos. Habrían tenido tiempo de
ocultarse? Ni hablar por el celular con ella había podido porque parecía que el
bicho ese no tenía señal. Quizás por estar tan abajo no recibía la bendita
señal, pero él no iba a exponerse a nada hasta que todo pasara. Y si fue que
cortaron las comunicaciones y le sería imposible hablar con la gorda? Bueno,
todo podía pasar, ya nada lo sorprendería después de todo lo que vio y oyó. Se
recordaba cuando él andaba por esos túneles pero no en lo mismo que ahora lo
hacía. Recordaba lo limpiecito y ordenado que era todo y eso que lo habían
construido cuando estaban mandando los corruptos de la república anterior.
Recordaba que subía al tren y le parecía que estaba en otro mundo, en otro país
y se sentía orgulloso, aunque últimamente ya se sentía muy apretujado e
incómodo entre tanta gente que lo había convertido en un gallinero. Y que había
pasado con lo que a él y a todo el mundo le habían ofrecido? No y que lo iban a
ampliar y a construir otras rutas, y más estaciones, y no y que lo iban a
conectar con el tren que va a las ciudades dormitorios de los que trabajan en
la ciudad, y no y que iban a bajar las tarifas? Por lo visto todo se quedó en
puro ofrecimiento, como siempre, como lo hacían los corruptos anteriores. Pero
esos corruptos sí lo habían construido, no fueron los nuevos compatriotas que
se cogieron el país para ellos solos sin importarles la gente. Cuando llegaron
al poder se les olvidó el pueblo y solamente tenían tiempo para agarrar lo que
podían, antes de perder el cambur  -
recordaba que así se decía en la época de los corruptos de la república
anterior – y sólo se dedicaron a satisfacer sus ambiciones de tener todo lo que
habían deseado siempre y que por su incapacidad no habían podido lograr con el
honrado trabajo. Pero esas cosas no representaban nada frente a lo que había
sucedido. Eso sí era arrecho verdaderamente. Silencio. Nada escucha el poeta,
sólo el agua que por alguna grieta del túnel se cuela y hace que el ambiente se
enfríe. Eso sí no le gusta al poeta. Él no está acostumbrado a ese frío, porque
ni en el cerro hace tanto como allí donde ahora está. Piensa en los muchachos,
a esos que él llama de la generación MacDonald, porque lo único de que saben
hablar es de hamburguesas, de sambiles, de rumbas y de culos buenos. No son
malos en realidad. Alguna vez se le descarriaron, pero él los supo enderezar
cuando fue necesario. Excepto el carajito. El carajito se metió a compatriota y
se jodió. El poeta llora. No joda, los hombres no lloran. Pero es que al
carajito lo jodieron por pendejo y por no escucharme. Cómo decían? Carne de
cañón? Como en los buenos tiempos del hombre de la pipa, cuando él era también
un carajito y quería irse para el monte, pero la vieja le decía que eso era
peligroso y que lo podían matar. Mentira, eso es pura coba de tu mamá. Eso le
decía el negro que era el jefe de la célula del liceo. Y le decía también que
le iban a entregar su uniforme y su fuca y el menaje y todo lo demás para que
ayudara a enfrentar a los corruptos de entonces. Coño, pero al negro lo mataron
en una manifestación y a los jefes no le pasó nada. Y junto con el negro
mataron al catire, al vejuco, al cucaracha, al pelón y a todos esos carajitos
que se fueron para el monte. El negro, el vejuco y el cucaracha y todos esos
pobres pendejos eran esa carne de cañón que entonces y ahora buscan los
poderosos para que a ellos no les pase nada. Lo mismo le pasó al carajito. El
negro y el carajito: los verdaderos representantes de los pendejos que pagan
por las eternas vainas que siempre pasan en este país. Y los jefes? Bien,
gracias. Pasaron un tiempito en la cárcel pero luego los corruptos de entonces
los soltaron en nombre de la mentada pacificación. Pero lo que pasó después no
lo hubiera imaginado ni Ripley, el de las cosas sorprendentes. Los jefes del
negro se convirtieron, por obra y gracia de la corrupta democracia, en los
jefes del carajito. Poeta, pero la historia se repite. No pasó lo mismo con el
Bolívar revivido, ese que era tu ídolo hasta no hace mucho tiempo? Recuérdese que el viejito, el último representante de la corrupta democracia de la
república anterior, salvó al nuevo Bolívar. Poeta, no pienses en tantas
pendejadas. Acuérdate de la gorda y de los muchachos. Dios mío: qué les habrá
pasado?
Tercera Escala
El amor es algo que no tiene explicación y no la tiene
porque cuando causa daño, los que lo sufren no pueden explicarlo. Cuando se ama
no se regatea. Cuando se quiere se entrega todo lo que se tiene adentro. Cuando
no se tiene el amor o cuando se pierde, todo lo que se tiene, ya no se
necesita. Quizás eso fue lo que le sucedió a Marucha. Desde hacía tiempo se
había entregado, pero nunca supo que a quien había entregado su amor, nunca la
correspondió. Y llegó ese punto de donde no se regresa, en donde ya no se
piensa, en donde ya no se medita, en donde ya no es posible ninguna
reconsideración porque el alma se derrite y porque ya no existe ningún interés
en continuar. Y cómo fue que eso se produjo? Cómo fue que Marucha ya no tuvo
regreso? Cómo fue que se olvidó de las dos personas a quien parió y que quizás
en algún momento fueron su mayor orgullo y su segunda principal preocupación?
Quien sabe. Nadie nunca pudo explicarlo. Ya no estaba aquí. Se había ido por su
propia voluntad. Y eso sucedió en el ambiente de pobreza que si no lo conoces
no sabes cómo es. Y por qué lo hizo? Y no habló con nadie? Quien sabe. Nunca se
supo. Lo cierto es que quien la vistió, ya lista para ser instalada en el
último sitio en el que nadie nunca quisiera estar, fue su propia madre. Marucha
se despachó ella misma con un frasco de lo que antes llamaban barbitúricos,
como lo identificaban los periodistas de Últimas Noticias. Así como llamaban al
Puente Guanábano, herramienta a menudo utilizada por los que como Marucha se cansaban de vivir o cuando la vida ya no les servía para nada.
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